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Huarás en su literatura

Escribo para el futuro

Autor de un inquietante volumen narrativo, “Algunas mentiras y otros cuentos” (2005), el joven narrador ancashino, Daniel Gonzales Rosales (Huaraz, 1976), acaba de entregar la segunda edición de este libro cuyo primer tiraje se agotó rápidamente en su entorno. Su visión acerca del actual proceso de la narrativa regional, es importante en este momento.

 

 

 

En el 2005 publicaste el volumen de cuentos “Algunas mentiras y otros cuentos”. Este año apareció una segunda edición. ¿Esta nueva versión trae cambios?
Esta edición trae correcciones y un leve ajuste en el discurso de algunos cuentos. Ocurre que por el ímpetu y la oportunidad, el 2005 los mandé al editor sin ajustar mucho el discurso. Ahora tuve la oportunidad de ajustar el cuento “Tarde”, por ejemplo, que me parece que tenía más problemas. Luego saqué algunos queísmos en el cuento “Nuestras noches falsas”. Y uno que otro diálogo fue corregido para hacer más ágiles las historias


Si la primera versión es del 2005 y esta última del 2008, ¿se podría decir que la temática e inquietudes de donde parten estos cuentos aún están presentes en ti?
Creo que sí. Estos cuentos los diseñé a base de recuerdos y vivencias desde el colegio hasta el final de mi vida universitaria. Y traen como tema principal a la mujer, claro que con mi visión particular, porque muestro a una mujer que busca independizarse, y lo hace, es infiel si lo quiere y elige lo que desea. Es pues la Eva de nuestros tiempos.

 


Se podría decir, entonces, que es una suerte de libro “de juventud”. ¿Sientes que has madurado? ¿Qué temas trabajas actualmente?
Son textos que pertenecen a una etapa muy buena, porque quise hacer algo diferente, que revolucionara la narrativa en Huaraz, con aspiraciones mayores. Y creo que lo conseguí pues luego han venido nuevos autores que también están teniendo renombre en nuestra literatura. “Algunas mentiras y otros cuentos” es un libro que quiero mucho porque fue mi centro de experimento, ahora me alejo un poco de la temática erótica para centrarme en el sujeto migrante; o sea, me distraigo un poco pero pienso volver al tema de la mujer que es algo más grande, pues la mujer me apasiona como tema, pienso que se puede decir mucho de ella tratando de entenderla y comprenderla, cosa que creo no se ha hecho en el Perú.

 


Cuando dices “que revolucionara la narrativa en Huaraz”, ¿a qué te refieres exactamente?
Ocurre que, como en todos lados, hay íconos, y en Ancash solo se hablaba de tres autores: Carlos E. Zavaleta, Óscar Colchado, Marcos Yauri... y por ahí iba entrando Macedonio Villafán. Luego no se hablaba de nadie, salvo de Ítalo Morales en Chimbote... pero por esta zona, nada. Quise que mi voz cambiara esa realidad, aunque no pensé que luego vendrían otras, pues creo que al ver mi libro otros narradores se animaron a publicar; me refiero a Eber Zorrilla y Edgar Norabuena, quienes, no obstante, tienen un discurso diferente al mío. Sin embargo, ahora sí se puede hablar de la nueva narrativa de la sierra ancashina.

 


Has dicho algo interesante, que te diferencias de ellos por el discurso. ¿A qué atribuyes esta diferencia?: ¿a otras lecturas, a un origen distinto, a otros objetivos frente a la literatura?
Son muchas cosas. Ellos tienen otro origen, son de la sierra como yo, pero provienen de un mundo en que lo rural es determinante. Y yo soy de la pequeña ciudad, pero también de la gran urbe, pues viví algunos años en Lima. Si lo que busca el escritor es mostrar su realidad, entonces nuestras realidades son distintas. Por otra parte, ellos (Norabuena y Zorrilla) quieren formar parte de la tradición de narradores como Colchado, Cronwell Jara, Dante Castro, etc., por eso escriben como ellos. Yo pretendo no ser de ninguna pero se nota mis influencias, pretendo hablar del migrante, de esta sierra que no solo es campo y mitos. Si lo piensas, en Ancash, Zavaleta y Yauri son los únicos que hablan de la sierra urbana, pero lo que dicen quedó en su tiempo. Ahora hay que mostrar la sierra del siglo XXI, la que no está desvinculada de los adelantos, como Internet por ejemplo. En suma, distintas lecturas, distintas aspiraciones, distintas generaciones y visiones del mundo... Yo escribo para el futuro.

 

Fuente: http://lasfugasdelornitorrinco.blogspot.com/2008/06/daniel-gonzales-rosales.html

 

Cuentas de cuento en la palabra emergente de Daniel Gonzales por Gonzalo Espono Relucé

Cuentas de cuento en la palabra emergente de Daniel Gonzales por Gonzalo Espono Relucé

La aparición de Algunas mentiras y otros cuentos no tuvo la recepción mediática que gozan los escritores que publican en sellos editoriales que desde el poder del capital pretenden definir el gusto lector. Sin embargo, el libro circuló con la acogida de ese lector despreocupado del reclame y sí atento al mérito literario, surgiendo la necesidad de relievar la palabra de un narrador emergente y su importancia como cuentista. Me refiero a Daniel Gonzales.

Se trata de un texto que en realidad reúne dos libros y que responden a dos momentos diferentes de la escritura: Algunas mentiras y otros cuentos y La otra creación. Este último se diferencia del primero por preferir una técnica que se ajusta a la brevedad como centro de realización del cuento. Es decir, se trata de microcuentos en el que destaca esa relación de los héroes del género humano y sus vicisitudes frente al tiempo para establecer una cadena circular en la realización del cuento. De allí que podríamos decir que estos relatos abonan a un manejo donde el lenguaje es uno de los elementos centrales del relato.

Un estilo que podemos definirlo como desapegado, que no se entusiasma ni quiere involucrarse con lo ocurrido en su materia narrativa. Así la voz del narrador se deja llevar para exhibir más bien los intersticios del drama que se pretende narrar. Son cuentos que cautivan, pues están he-chas desde historias de diversas miradas en los juegos del amor, además de su carga dramática. La mayoría de los relatos acusan como símbolo el desamor, la aparente trama romántica siempre llega al desapego, de aquello que se tuvo o se desea y no se posee o pertenece a la bruma de la nostalgia. No pretende remedar en ningún caso la novela casera, el dramita de amantes, por el contrario, si acaso ello ocurre es para ofrecer una estructura narrativa que parodia lo que sucede en las telenovelas, como ocurre en “De TV”. El desamor aparece como un pretexto para la ternura, aunque no siempre será lo que el lector espera, de allí el carácter sorpresivo y la eficacia de estos cuentos. Estos usos se ven acompañados por un lenguaje que tiende a la eficacia y a comprimir la historia, del mismo modo, que por momentos resulta en sucesiones que retratan situaciones críticas o remiten a formas regionales presentes en el habla. Así entonces, lenguaje y estrategia de la voz del narrador hacen de estos relatos una aventura singular.

Como narrador le interesa la fuerza que puede admitir su presencia, por eso suministra estrategias donde anuda sus cuentos desde la tercera persona o desde una primera persona que se presenta para hilar el relato, no para decir todo lo que ve o hacen sus personajes. Esto a la par de un tipo de sujetos presentes, que interpelan, que aparecen como si estos fueran parte del relato y que ponen en alerta al lector sobre la historia que está elaborando desde su condición de lector como magistralmente ocurre en el cuento que da título a esta colección o “No más una vez por mes”.

Las historias elegidas tienen que ver, como señalamos, con el desamor, pero tratadas a partir de elementos en apariencia cotidianos, siempre en media res, aunque se descubren tensos con un ritmo que simplemente desborda. Son, en buena cuenta, de una sencillez cuya complejidad es lo que da sentido a su naturaleza narrativa. Historias donde los protagonistas se descubren en un espacio diferente, en la mayoría de los casos, jóvenes, algunos de los cuales han tenido que salir a la ciudad, a la capital. La eficacia del relato además está garantizada por su estructura sorpresiva. “Ritual” tiene la aparente ausencia de la voz del narrador, la historia aparece como si se tratara de un visor que quiere captar la sucesión de una historia. “Nuestras noches falsas” donde el sueño es pretexto del deseo (“Soñé mi propio sueño, despierto.”). “No habrá soledad” es un cuento donde la prosa sorprende por esa forma del desamor que está a la espera del tiempo. Los juegos del tiempo, la nostalgia y el reencuentro, aparecen en “Complicidad inviolable”, un relato en exceso sugerente. “Tarde” es un cuento en varios tiempos, donde la repetición, la rutina se transforma en una aventura. “De TV” es una historia en apariencia simple, común, que repasa el desamor en un amor acaso posible.

Siendo esta una nota liminar, voy a detenerme en dos relatos. Es en “No más una vez por mes” donde la técnica del cuento suelda lenguaje e historia. Se narra una historia del despechado, de aquel que está amando, pero entiende que otro también ama a su pareja. Realizada en primera persona, los hace desde un enunciado envolvente: “No quisiera ser yo quien te abra los ojos”, conforme avanza el relato se vuelve más agresivo y atrevido (“¿Sabes que existo”, “(soy el desconocido)”, etc.) hasta el punto de interpelar al otro (“¿Ahora dime si es feliz?”) . Historia que continua con desparpajo, como la declaración despechada del amante herido y que quiere anular al otro (“¿Sabes por qué no se deshace de ti?”) en una estructura que alcanza su complejidad cuando descubrimos que es una simulación, un cuento ahora hecho carta, la que estamos leyendo sorprendidos, perplejos, pero al igual que el lector que el narrador insinúa:

Es entonces cuando encuentro que no soy yo el que escribe, sino el que lee,
perplejo, como tú en este momento. Sin entender o sin querer entender dónde fue
el origen de lo escrito, deseando tener la suerte de ser un lector más de esta
carta extraviada, que luego por error, fue a parar a algún correo ajeno, y no
ser tú, y no ser yo.


“Algunas mentiras” tiene el mérito de ser un cuento redondo. La historia comienza, esta vez desde la primera persona, “Aparecí por la avenida”, todo parece ser la realización del encuentro sensual, tímidamente erotizado, feliz de dos jóvenes. Una historia de una ingenuidad sensual y tierna, pero que nos deja doblemente sorprendidos. Primero porque lo que aparece contado como hazaña y moldeando la linealidad del relato, es la presencia de un interlocutor que está escuchando la historia, callado aunque interviene en varios momentos del cuento (“–Pero ella.”), otras veces es el narrador el que conversa con su auditorio, se sale de la historia para aclarar a su auditorio (“¿Me en-tiendes? / –Claro”) y hasta momentos que evocan un doble registro, la del personaje o la del oyente, así:

–Entonces sucedió.

No aún. Giramos. Quedó entre el árbol y yo.

–Toda tuya.

Esta última frase para expresar la interjección de ella o la confirmación que hace su auditorio. Relato lúdico, de aventura y ternura, donde al final se descubre que todo lo que se nos ha contando es un sueño, donde los amigos escuchan la aventura del narrador. Ambos cuentos representan a Daniel Gonzales, cuentista emergente, fabulador que sabe dosificar su estrategia y allanar al lector a reorientar su lectura, su creencia, su apego a la historia, porque no siempre las historias siguen la lógica sugerida.

Corresponde finalmente decir que Algunas mentiras y otros cuentos es un libro inicial, donde el trabajo con la palabra, la elección de la historia, la trama y los desenlaces se juntan para presentar a un cuentista del que esperamos pronto nuevas hazañas. Logro, entre logro, la de un fabulador que sabe tomar la palabra para que sus lectores lo sigamos en sus sugerentes travesías, un narrador de fibra, fino.

La realidad del ser mestizo: a propósito de las últimas riñas por los derechos de las lenguas nativas.

La realidad del ser mestizo: a propósito de las últimas riñas por los derechos de las lenguas nativas.

                                                                                                           Publicado en "La Primera" de Huaraz 

Muchos de los que vemos estas constantes luchas en torno a los derechos de los pueblos nativos (estos últimos días respecto a las lenguas) nos quedamos en un cómplice pero lógico silencio, por no estar directamente relacionados con ninguna de las dos posturas; o más bien, por estar justo en medio de las dos. Pues nosotros, la mayoría, no somos nativos, hablo en nombre de los que aceptamos realmente quiénes somos, pues no somos descendientes directos de los nativos americanos asentados en esta zona, ni de los españoles; aunque tengamos el alma y el ansia de parecernos más a estos últimos. Pero la cruda realidad (cruda porque muchos de los que conozco y desconozco, quisieran no estar en este momento histórico) muestra que somos una compleja mezcla de las dos culturas y de las añadidas en el transcurso de los años posteriores a la conquista. 

Nosotros los mestizos, nos mostramos incluso indiferentes a estos problemas, porque no podemos salir en contra de ningunos, pues somos parte de los dos bandos. Quedamos en silencio pero preocupados porque no terminamos de entregar muestro voto y razón a ninguno de los contendores, porque perderíamos nuestra mitad. Resulta dolorosa y muchas veces imposible la decisión, pues sería volvernos seres parciales.

 

La mayoría de nosotros, dominamos y queremos nuestra lengua nativa, aunque solo la usemos al nivel familiar y ya con menos frecuencia. Algunos hasta nos atrevemos a vestir y defender nuestra media identidad ancestral precolombina, a diferencia de algunos (en realidad los más), que al igual que las anteriores generaciones, esconden su origen, normalmente sin éxito o con el éxito del payaso, y adoptan esa fácil postura criolla que aún se conservan en las ciudades. Pero a pesar de esto, nuestro mestizaje hoy se muestra más abierto y reluce y se apodera incluso de los centros. Muestra de esto es la programación tanto de la televisión y la radio que se puede ver ahora mismo.

 

No es vanagloria. Es coraje. Coraje porque una vez más, estas riñas congresales nos muestran que no terminamos de aceptar y respetar quiénes somos, tocando asuntos que pueden debatirse y concluir satisfactoriamente por una situación de respeto, dejando las mezquindades y redistribuyendo adecuadamente los presupuestos que se dispersan o mal gastan por las entidades del estado. Faltan ganas o cojones para decirle sí a estos proyectos reivindicatorios, tal vez porque quien nos gobierna usa sedantes MADE IN USA o de otras lejanías, o porque queremos hacerle caso a cierta docta que piensa que Occidente es lo mejor que nos ha pasado.

 

Volviendo al meollo, estos asuntos deben tocarse pero cuando haya una verdadera representación de los nativos y mestizos, o de los que se sientan tales, en el congreso. Si no, pasará lo que está pasando: risas de la razón, de esa razón occidentalizada y silencio impotente de los que irresponsablemente representan a los nativos. Y los demás, los más, o sea los mestizos, bien gracias. Al ver esas imágenes hirientes y aparentemente graciosas, a muchos de los peruanos, o sea a los de la mezcla no buscada de más de quinientos años,  nos revienta ver estas discusiones desiguales y marginantes cuando en realidad deberíamos encontrar debates de verdaderos peruanos, buscando soluciones para los peruanos, no soluciones para los bolsillos de los pocos ricachones que están enquistados en el poder y que son los titiriteros de los congresistas de provincia que calcan sus actitudes y decisiones. Congresistas todos salidos de intereses particulares o que representan a intereses de clase (esa que pretende gobernar a país, claro) o esos que quisieran vivir en latitudes nórdicas, pero que triunfan allá mismos por mostrar e investigar la realidad que atropellan, o sea la nuestra. Intelectuales que son respetados por su lejanía de ese Norte y que saben que yendo allá no serían nada, porque terminarían siendo minoría como aquella que aquí desprecian.

 

       Y qué debemos hacer nosotros los mestizos responsables. Solo aceptar esa olvidada realidad que queremos esconder. Respetar que aún existen esas minorías que esperan mucho de nosotros, sus hijos o nietos. Y que con sus limitaciones llegan al congreso, por ahora haciendo acto de presencia, pero dando el ejemplo. Ejemplo que al mismo tiempo muestra la realidad peruana, poca instruida en los márgenes (que no es otra cosa que la pésima educación que brinda el estado a los que menos tiene). Analizar esa realizad que es tan culta en el  otro lado, en el centro. “Centro” excluyente, que olvida al verdadero Perú. Nos queda solo comprender nuestro pasado que arrinconamos siempre que podemos. Solo conciliar y buscar salidas razonadas que no perjudiquen a nadie. Nos toca defender los derechos de nuestros antecesores de manera pensada para no herirnos como lo estamos haciendo. Solo entendernos como peruanos que finalmente somos, no solo los unos, ni solo los otros.

Ritual

Ritual

—Veo que no bailas.

Una mirada poco interesada, pide una cerveza, no recibe respuesta.

—¿Me dejas invitarte algo de beber?; ¿una cerveza?­— insiste.

Sin mirarlo:

—Una “Piña colada”.

Así inician su charla. Después, ella invita; para no deber favores. El diálogo no es del todo amable; pero mientras ocupan un asiento en la taberna, nunca se corta. No bailan.

La calle con su contada gente, por la hora avanzada, los acoge fría e indiferente. Caminan con ocio; hablan de sus rutinas (cuidando mencionar solo lo necesario): ella vino a ver a su madre, está de visita, como cada cuatro meses; él no puede ni quiere moverse de aquí, ama su tierra, repite esto siempre, es su mejor excusa; ella cambia de empleo con frecuencia, ahora trabaja en una fábrica textil, no desea eternizarse en un empleo, pero aunque no lo quiere reconocer, es una esclava eterna; no puede quejarse, le va bien, ya se habituó; es fácil hacerlo en la capital; él, por fin se ha recibido de maestro, le dieron una plaza por Yanama, a once horas de aquí; es una buena oportunidad.

Luego un silencio absoluto.

 —Parto dentro de dos días.

—Es pronto.

—Lo sé.

—Pero, supongo que vendrás.

—Claro. Siempre que pueda.

Conversan cómodos y prudentes, de modo confidencial. En general el diálogo es un jarro suspendido en el aire; saben que solo una frase puede hacerlo caer, y los añicos incrustárseles para dañarles por siempre; pero ésta, no llega nunca.Sentados en un parque, distraídos del paso de las horas, las palabras no pueden acabar. Para hablar necesitan todo el tiempo que no tienen. Ella se percata.

—¿Nos vamos?

—Sí.

No se dicen más. Él la abraza sin vacilar. Ella, recostada en él, como un niño, se deja llevar.

Al ingresar, ella se sienta, junto a la gran ventana del cuarto, en la única silla. Mira la calle vacía. Él, parado al borde de la puerta, fuma mudo e impasible. Ella espera el peso de las manos sobre sus hombros. Él, tira el cigarrillo fumado a medias, lo pisa al dar el primer paso, y la toma como ella imagina. La besa en el rostro: un susurro cosquilleante, acompasado con el tono de voz —que revienta como música lejana, cuyas notas todavía están en el recuerdo—, de súbito, la hace levantarse y abrazarle desenfrenada. Junto al beso que se torna interminable, se produce el desprendimiento de prendas. La sostiene en sus brazos, la extiende en el lecho, abriga su piel con la suya: privilegiado, el tacto, emerge en su reino. Navegan imperturbables en un mar ya conocido, disfrutando el vaivén de las olas: lentas, medianas, violentas, que los extravía en un naufragio que desean inagotable, eterno. Llega, empero, el descenso impostergable, aborrecido. El mar se diluye.

Quedan en un cuarto con su única silla y la gran ventana, en ese lecho grato que aún no extingue sus brasas; con la misma oscuridad y el mismo silencio de la hora; la misma habitación de antes, de ahora, de siempre. Ella le mira; piensa: “te odio”. Sonríe, y susurra igualmente:

—También te extrañé.

Da la bienvenida

Da la bienvenida

La literatura no está restringida a los centros, esa es una realidad. Los márgenes tiene su producción muchas veces extremadamente autónoma. Pero para mostrarse y hacerse escuchar, los autores de provincia se ven condenados a recurrir a los centros, y en ese afán de ir y venir, y menos venir que ir, se vuelven parte del centro, se asientan en él y pierden su estatus de marginales. Por ello, estas ventanas, se presentan como solución para no recurrir mucho al centro (pues no se puede negar que se necesita de él).

Este especio busca mostrar los trabajos que los nuevos autores huarasinos realicen en nuestros terruño o fuera de él para no desligarnos del centro. La iniciativa busca que otras voces nuevas se unan y muestren la vigencia de la literatura en Huarás, tierra que como otras tiene una constante producción literaria.

La invitación está abierta,

Bienvenidos a esta nueva voz que agudiza sus cuerdas para hablarle al mundo en un coro de amigos. 

 

Nuestras noches falsas.

Nuestras noches falsas.

Anoche soñé que dormí con una mujer casada. Llegué junto a la lluvia violenta. Llamé a su puerta sabiendo que estaba sola. Su sorpresa fue grande. ¡Tanto tiempo!, dijo. No tuve palabras, y no importaron. Me estrujaba susurrando: “¡tanto tiempo!”, una y otra vez. Sentí sus lágrimas mojando mis mejillas, como cuando dijo que no nos veríamos más, que ya no estaba sola, que llegué tarde.

Hablamos poco —el tiempo era corto— importaba el instante. Tengo que amarte, dije, no esperando respuesta; no la dio… Su piel era la misma, aquella que antes se abrasaba con estas mismas manos. La identificación fue instantánea; suficiente para enterarme que aún esperaba mi piel respirar junto la suya; acaso rememorando momentos lejanos, idénticos a los de sus sueños, y a los días bajo el sol, o la lluvia, en un bosque alejado de todos.Ella volvía de cuando en cuando al mundo real; incrédula. Rogando esto no fuera solo un sueño de los tantos que tenía, y debía no soñar; porque entraba en los míos y se negaba a salir. No debía el tiempo consumir este encuentro, mas indiferente, lo hacía.Quedó dormida en mis brazos, rogando me quedara un instante. La vi dormir. No quise interrumpir su sueño apacible. Soñé mi propio sueño, despierto: soñé que la lluvia nos mojaba al pie de un árbol, violenta. Empapados, amantes, sintiendo las gotas caer persistentes, como ahora a la casa soñada; entonces le pedía con la mirada, como ahora a su rostro dormido, no me apartara de su mente, cuando en realidad nunca lo hacía. Soñé que la llevaba lejos, donde nadie pudiera encontrarnos; y que la tenía no esta noche sino todas las noches, con todos sus días; y que la vida que llevo no era más que un sueño, absurdo; que su vida no se había separado de la mía para perderse en lo que era hoy; que sus manos no tocaban más que mi piel, y que el tiempo se hacía eterno para ambos; lejos, muy lejos: allá… de donde no se puede volver.

Desperté estando despierto cuando ella todavía dormía. Atisbaba el alba, la mañana se acercaba para sorprendernos en un instante imposible. A mí, despertando en el lugar equivocado; y a ella con el sol en el rostro, como antes, soñando en mis brazos. No quise apartarla, quizá soñaba en nuestro mundo fallido; o que hacíamos el amor, así, por gusto. Complacida, incrédula, temblorosa; soñaba intuyendo la realidad, pues no sabía como antes; sino a infringida, forzada, imperfecta. Debió esto inquietarla: Sentí su sobresalto repentino, mas apagado al sentir mi respiro. No quise despertarla, pero lo hice. Pidió un minuto más, como antes: ¡cómo negarme!... También soñé. Soñé que hacíamos el amor, en pleno día, a escondidas, al pie de un árbol, refugiados en un bosque de mañanas floridas, en la casa que solo los dos conocemos y donde despertamos enlazados al amanecer, escondida siempre, ahí, muy lejos… Desnudos, lúdicos, lascivos, amantes; sintiendo y amando como antes, felices; incluyendo el vértigo de sentirnos descubiertos por alguien, quizá el guardabosque; mas vencidos por la pasión, indiferentes al tiempo, a nuestros mundos, a todo.

Sonó la puerta, esa que nunca lo hacía. Nos descubrieron. No el guardabosque, o el esposo olvidado, sino la madre, que siempre estaba, como antes. Apenas tuve tiempo para refugiarme donde ya sabía (lugar sugerido en mis sueños, habilitado en los suyos), pero sin resultado alentador. Algo la traicionaría: su madre seguiría mis pasos, llegaría a mí; y al encontrarme, sabría, explotaría, sería el fin. No era justo, no se lo merecía. Desperté. Desperté y aún dormía en mis brazos. Soñaba; quizá que hacíamos el amor, en un bosque, al pie de un árbol, o en una casa bajo la lluvia violenta; ya no importaba, era tarde, no quise interrumpirla. Desperté.

(Este cuento pertenece al libro  Algunas mentiras y otros cuentos)