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Huarás en su literatura

La realidad del ser mestizo: a propósito de las últimas riñas por los derechos de las lenguas nativas.

La realidad del ser mestizo: a propósito de las últimas riñas por los derechos de las lenguas nativas.

                                                                                                           Publicado en "La Primera" de Huaraz 

Muchos de los que vemos estas constantes luchas en torno a los derechos de los pueblos nativos (estos últimos días respecto a las lenguas) nos quedamos en un cómplice pero lógico silencio, por no estar directamente relacionados con ninguna de las dos posturas; o más bien, por estar justo en medio de las dos. Pues nosotros, la mayoría, no somos nativos, hablo en nombre de los que aceptamos realmente quiénes somos, pues no somos descendientes directos de los nativos americanos asentados en esta zona, ni de los españoles; aunque tengamos el alma y el ansia de parecernos más a estos últimos. Pero la cruda realidad (cruda porque muchos de los que conozco y desconozco, quisieran no estar en este momento histórico) muestra que somos una compleja mezcla de las dos culturas y de las añadidas en el transcurso de los años posteriores a la conquista. 

Nosotros los mestizos, nos mostramos incluso indiferentes a estos problemas, porque no podemos salir en contra de ningunos, pues somos parte de los dos bandos. Quedamos en silencio pero preocupados porque no terminamos de entregar muestro voto y razón a ninguno de los contendores, porque perderíamos nuestra mitad. Resulta dolorosa y muchas veces imposible la decisión, pues sería volvernos seres parciales.

 

La mayoría de nosotros, dominamos y queremos nuestra lengua nativa, aunque solo la usemos al nivel familiar y ya con menos frecuencia. Algunos hasta nos atrevemos a vestir y defender nuestra media identidad ancestral precolombina, a diferencia de algunos (en realidad los más), que al igual que las anteriores generaciones, esconden su origen, normalmente sin éxito o con el éxito del payaso, y adoptan esa fácil postura criolla que aún se conservan en las ciudades. Pero a pesar de esto, nuestro mestizaje hoy se muestra más abierto y reluce y se apodera incluso de los centros. Muestra de esto es la programación tanto de la televisión y la radio que se puede ver ahora mismo.

 

No es vanagloria. Es coraje. Coraje porque una vez más, estas riñas congresales nos muestran que no terminamos de aceptar y respetar quiénes somos, tocando asuntos que pueden debatirse y concluir satisfactoriamente por una situación de respeto, dejando las mezquindades y redistribuyendo adecuadamente los presupuestos que se dispersan o mal gastan por las entidades del estado. Faltan ganas o cojones para decirle sí a estos proyectos reivindicatorios, tal vez porque quien nos gobierna usa sedantes MADE IN USA o de otras lejanías, o porque queremos hacerle caso a cierta docta que piensa que Occidente es lo mejor que nos ha pasado.

 

Volviendo al meollo, estos asuntos deben tocarse pero cuando haya una verdadera representación de los nativos y mestizos, o de los que se sientan tales, en el congreso. Si no, pasará lo que está pasando: risas de la razón, de esa razón occidentalizada y silencio impotente de los que irresponsablemente representan a los nativos. Y los demás, los más, o sea los mestizos, bien gracias. Al ver esas imágenes hirientes y aparentemente graciosas, a muchos de los peruanos, o sea a los de la mezcla no buscada de más de quinientos años,  nos revienta ver estas discusiones desiguales y marginantes cuando en realidad deberíamos encontrar debates de verdaderos peruanos, buscando soluciones para los peruanos, no soluciones para los bolsillos de los pocos ricachones que están enquistados en el poder y que son los titiriteros de los congresistas de provincia que calcan sus actitudes y decisiones. Congresistas todos salidos de intereses particulares o que representan a intereses de clase (esa que pretende gobernar a país, claro) o esos que quisieran vivir en latitudes nórdicas, pero que triunfan allá mismos por mostrar e investigar la realidad que atropellan, o sea la nuestra. Intelectuales que son respetados por su lejanía de ese Norte y que saben que yendo allá no serían nada, porque terminarían siendo minoría como aquella que aquí desprecian.

 

       Y qué debemos hacer nosotros los mestizos responsables. Solo aceptar esa olvidada realidad que queremos esconder. Respetar que aún existen esas minorías que esperan mucho de nosotros, sus hijos o nietos. Y que con sus limitaciones llegan al congreso, por ahora haciendo acto de presencia, pero dando el ejemplo. Ejemplo que al mismo tiempo muestra la realidad peruana, poca instruida en los márgenes (que no es otra cosa que la pésima educación que brinda el estado a los que menos tiene). Analizar esa realizad que es tan culta en el  otro lado, en el centro. “Centro” excluyente, que olvida al verdadero Perú. Nos queda solo comprender nuestro pasado que arrinconamos siempre que podemos. Solo conciliar y buscar salidas razonadas que no perjudiquen a nadie. Nos toca defender los derechos de nuestros antecesores de manera pensada para no herirnos como lo estamos haciendo. Solo entendernos como peruanos que finalmente somos, no solo los unos, ni solo los otros.

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